Para que todo lo mencionado se perciba mejor, hase de considerar que el Perú está dividido en tres como tiras largas y estrechas, que son planos, sierras y andes; los planos son costa de la mar, la sierra es todo cuestas con ciertos valles, los andes son montes espesísimos. Tienen los llanos de ancho como diez leguas, y en algunas partes menos; en otras algo mucho más; la sierra tendrá veinte, los andes otras veinte, en partes mucho más y en partes menos; corren lo largo de norte a sur, lo ancho de oriente a poniente. Es, ya que, cosa maravillosa, que en tan poca distancia como son cincuenta leguas, distando igualmente de la línea y polo, haya tan grande variedad, que en la una sección cuasi siempre llovizna, en la otra parte casi jamás llueve y en la otra un tiempo llovizna y otro no llovizna. Este pedazo de planeta, que tiene por nombre Perú, es de más destacable consideración, por tener características muy extrañas y ser cuasi salvedad de la norma establecida de tierras de Indias. Pues lo primero toda su costa no tiene sino un viento, y ese no es el que frecuenta correr debajo de la muy caliente, sino más bien su opuesto, que es el sur y sudueste.
Vivían de pesquerías del mar y de las sementeras que hacían, sacando acequias de los ríos, con que suplían la falta de lluvias, que ordinariamente es poca en la costa, y en algunas partes ninguna totalmente. Otros ríos hay que, si bien no de tanta grandeza, pero igualan y aun vencen a los mayores de Europa, como el de la Magdalena, cerca de Santa Marta, y el río Grande, y el de Alvarado, en Novedosa España, y otros innumerables. De la parte del sur, en las sierras del Perú, no son tan grandes los ríos generalmente, por el hecho de que tienen poco espacio de corrida y no pueden agrupar tantas aguas; pero son recios, por caer de la sierra, y tienen avenidas súbitas, y de ahí que son peligrosos y han sido causa de muchas muertes; en tiempos de calores crecen y vienen de avenida.
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Son provecho para el organismo que no solo están presentes en su fruto, sino más bien también se hallan en las hojas de guayaba. Un fundamento por el que se emplean ya hace muchos años para realizar infusiones y tisanas con el propósito de bajar en la báscula. Si quieres aprovechar estas propiedades para bajar de peso, pero no tienes idea de qué manera elaborar el té de hojas de guayaba para adelgazar, te vamos a contar en este capítulo todos los pasos que tienes que realizar para preparar bien la tisana. Desde unCOMO, te vamos a argumentar cómo preparar el té de hojas de guayaba para adelgazar con la intención de que puedas tomarlo y te asista a hallar la silueta que quieres, pero siempre y en todo momento de manera saludable. La guayaba es una fruta a la que se le atribuyen importantes características para adelgazar y para mantenerse en el peso ideal.
Aunque asimismo he visto yo plata natural a modo de escarcha, y asimismo hay las que llaman en Indias papas de plata, que acaece hallarse plata fina en pedazos, a modo de turmas de tierra; mas esto en la plata es raro y en el oro es cosa muy ordinaria. De suerte, que la tierra estéril y ruda es como materia y alimento de los metales; la tierra fértil y de más sazón es materia y alimento de plantas; las mismas plantas son alimento de animales; y las plantas y animales alimento de los hombres; sirviendo siempre la naturaleza inferior para sustento de la superior, y la menos impecable subordinándose a la más especial. De donde se comprende cuán lejos está el oro, y la plata, y lo demás que los hombres ciegos de avaricia estiman en tanto de ser fin digno del hombre, ya que están muchos grados mucho más abajo que el hombre; y solo al Criador y universal Hacedor de todo está sujeto y ordenado el hombre, como a propio fin y reposo suyo, y todo lo demás no mucho más de en cuanto le conduce y contribuye a hallar este fin. Tienen ciertos por opinión que los volcanes van gastando la materia interior que ya tienen de su composición, y de esta manera piensan que ternán naturalmente fin en habiendo consumido la leña, digamos, que tienen. Consecuentemente de esta opinión se muestran hoy en día ciertos cerros, de donde se saca piedra quemada y muy ligera; pero muy recia y muy increíble para inmuebles, como es la que en Méjico se trae para algunas fábricas.
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Tapa bien el cazo y deja reposar el agua con las hojas de guayaba dentro unos diez minutos exactamente. El remedio que los viejos usaban era enterrar viva la res que tenía carache, por el hecho de que no se pegase a las demás, como mal que es muy pegajoso. Vale un carnero de estos de la tierra seis y siete pesos ensayados y mucho más, según que son tiempos y lugares. Cansado mejor comida es la de iguanas, si bien su vista es bien asquerosa, ya que semejan puros lagartos de España, si bien estos son de género ambiguo, porque andan en agua, y sálense a tierra, y súbense en árboles que están a la orilla del agua, y lanzándose de allí al agua las cogen poniéndoles debajo los barcos. Fuera de los géneros de animales que se dijeron de monte, que son comunes a Indias y a Europa, hay otros que se hallan allí, y no sé que los haya por acá, sino más bien por ventura traídos de aquellas partes.
Para otras indisposiciones, como gota, dicen también, que es buena esta lana o frazadas hechas de ella; no sé en esto experiencia alguna. Otro cuadro mayor, en que estaba retratado San Francisco recibiéndole alegremente la santidad de Sixto V, y diciéndole que aquello hacían los indios de pluma, deseó probarlo trayendo los dedos un poco por el cuadro para ver si era pluma aquella, pareciéndole cosa fantástica estar tan bien asentada que la visión no pudiese evaluar si eran colores naturales de plumas o si eran artificiales de pincel. Los carices que hace lo verde, y un naranjado como dorado, y otras colores finas, son de extraña belleza; y mirada la imagen a otra luz, semejan colores muertas, que es pluralidad de ver. Ciertos indios, buenos maestros, retratan a la perfección de pluma lo que ven de pincel, que ninguna virtud les hacen los pintores de España. Al príncipe de España don Felipe dio su profesor tres estampas pequeñas, para registros de diurno, hechas de pluma, y su alteza las mostró al rey don Felipe nuestro Señor, su padre, y mirándolas Su Majestad, mencionó que no había visto en figuras tan pequeñas cosa de mayor primor.
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La granjería de estas islas es ingenios de azúcar y corambre; tienen mucha cañafístola y jengibre, que ver lo que en una flota viene de esto, parece cosa increíble que en toda Europa se puede gastar tanto. Traen también madera de excelentes cualidades y vista, como ébano y otras, para inmuebles y para labor. Todas estas islas y las que están por aquel paraje, que son innumerables, tienen hermosísima y fresquísima vista, porque todo el año están vestidas de hierba y repletas de arboledas, que no tienen idea que es otoño ni invierno, por la continuada humedad con el calor de la tórrida. La tierra baja es la que es costa de mar, que en todas y cada una de las Indias se halla, y ésta de ordinario es muy húmeda y caliente, y de este modo es la menos sana y menos poblada al presente. Bien que hubo anteriormente enormes ciudades de indios, como de las historias de la Novedosa España y del Perú consta, pues como les era natural aquella zona a los que en ella nacían y se criaban, conservábanse bien.
Tampoco se dan olivos, a lo menos no llevan olivas, sino más bien mucha hoja y frescor de vista, y no llega a fruto. Los ríos de estas islas tienen oro, que algunos sacan; pero es poco, por carecer de naturales que lo beneficien. En estas islas estuve menos de un año, y la relación que tengo de la tierra firme de Indias donde no he estado, como es la Florida y Nicaragua y Guatimala y otras, es cuasi de estas condiciones que he dicho.
Después, a treinta y uno de agosto del mismo año de cuarenta y cinco, se registró la veta que llaman Mendieta, y estas 4 son las cuatro vetas principales de Potosí. En nuestros tiempos, en las islas de Barlovento, De españa y Cuba y Puerto Rico, hubo y hay enorme copia en los ríos; más por la carencia de naturales y por la contrariedad de sacarlo, es poco lo que viene de ellas a España. El mucho más festejado es el oro de Carabaya, en el Perú, y el de Valdivia, en Chile, por el hecho de que llega a toda la ley, que son veintitrés quilates y medio, y aun en ocasiones pasa.
Otros hay que no sé que los haya por aquí, como los que llaman cabrillas, y tienen alguna semejanza con truchas, y los que en Nueva España llaman bobos, que suben de la mar a los ríos. Atunes existen algunos, si bien extraños, en la costa del Perú, y es opinión que a tiempos suben a desovar al ajustado de Magallanes, como en España al ajustado de Gibraltar, y de ahí que se encuentran más en la costa de Chile, si bien el atún que yo he visto traído de allá no es tal como lo de España. La verdad de esto no está averiguada hoy día, ni se halla quien haya bojado aquella tierra.
Viniendo a nuestro propósito, el día de hoy en Indias enorme copia de este metal, y sábese de historias ciertas que los Ingas del Perú no se contentaron de tener vasijas mayores y menores de oro, jarros, y copas y tazas y frascos y cántaros y aun tinajas, sino que asimismo tenían sillas y estás, o literas de oro macizo, y en sus templos colocaron diversas esculturas de oro macizo. En Méjico asimismo hubo bastante de esto, aunque no tanto; y en el momento en que los primeros conquistadores fueron al uno y otro reino, fueron inmensas las riquezas que encontraron, y considerablemente más sin comparación la que los indios escondieron y hundieron. El haber usado de plata para herrar los caballos a falta de hierro y haber dado trescientos escudos de oro por una botija o cántaro de vino, con otros excesos semejantes, parecería fantástico contarlo, y, de hecho, pasaron cosas mayores que éstas. Hay empero esta disparidad, que las treinta del sur corre entre peñas muy, muy altas, cuyas cumbres están cubiertas perpetuamente de nieve, y, según son altas, parece que se juntan; y por eso es tan bien difícil admitir la entrada del ajustado por la mar del sur. Estas treinta leguas es de inmensa hondura, sin que se logre ofrecer fondo en ellas; pero puédense varar los barcos en tierra, según es fondable su ribera. Las otras setenta leguas, que entra la mar del norte, se encuentra fondo, y tiene a la una banda y a la otra grandes campos y sabanas, que allí llaman.